La final olímpica de baloncesto de Múnich 1972, sigue siendo uno de los eventos más polémicos de la historia de los Juegos. Y todo por tres segundos, Los Tres segundos de Múnich 1972, que vieron volar la medalla de oro de manos americanas hasta tierras soviéticas.

Los Estados Unidos habían vencido las siete finales olímpicas disputadas hasta ese momento desde la inclusión del baloncesto en el programa olímpico en 1936.

Pero aún es más, los estadounidenses presentaban un increíble balance de 63 victorias y ninguna derrota, demostrando así que el baloncesto era su deporte. Y eso teniendo en cuenta que sólo participaban en ella jugadores universitarios, por lo tanto, en esta final no jugaban estrellas como Wilt ChamberlainKareem Abdul-Jabbar o Julius Erving, más conocido como Doctor J.

Por su parte la URSS había reunido a su escuadra más potente para poner fin al reinado americano.

Las intenciones soviéticas se pusieron rápidamente de manifiesto durante el encuentro, llegando al descanso con una ventaja de cinco puntos (26-21) que aumentaría a diez, entrada la segunda mitad.

Debemos añadir, que por entonces, el tiempo reglamentario se componía de dos partes de 15 minutos.

Pero, a falta de los últimos seis minutos, el conjunto americano comenzó su remontada. Haciendo gala de un juego que sólo ellos podían desarrollar, llegaron un punto por debajo (49-48) quedando sólo diez segundos de juego.

La bola estaba en manos soviéticas pero fue robada por el estadounidense Kevin Joyce, el cual rápidamente la pasó a Doug Collins. La desesperación en el bando del este los llevó a cometer una brutal falta que dejó a Collins unos segundos sin sentido en el suelo, al golpear su cabeza contra el parquet.

Es aquí donde debemos hacer una segunda puntualización, con las reglas de la época, el cronómetro sólo se paraba durante los tiempos muertos y al señalizar una falta.

Collins, ya recuperado, encestó sus dos tiros libres y es ahí cuando la confusión comenzó.

 

Los Tres Segundos de Múnich 1972

 

Los soviéticos sacaron rápidamente, intentando dar la vuelta al marcador, pero el juego fue detenido por los árbitros ante las protestas airadas de su entrenador, Vladimir Kondrashin.

El técnico reclamaba haber solicitado un tiempo muerto momentos antes de la ejecución de los tiros libres. El reglamento daba la posibilidad de elegir si se quería realizar el tiempo muerto antes de los tiros o entre el primero y el segundo de ellos.

El técnico soviético afirmaba que la mesa había entendido mal su solicitud de realizar el tiempo muerto entre los tiros de Collins. Los árbitros aceptaron las protestas y reanudaron el partido de nuevo con tres segundos por jugarse.

La URSS, en un intento desesperado, lanzó el balón hacia la zona americana con el fin de conseguir la canasta salvadora. La jugada no llevó a ningún lado y los Estados Unidos vencían la final.

Los aficionados invadían la cancha, los jugadores saltaban de alegría. ¡Lo habían vuelto a hacer!

Sin embargo algo pasaba en pista. William Jones, Secretario General del Comité Olímpico, bajaba desde el palco a la mesa de anotadores señalando que se debía repetir de nuevo la jugada. La razón, el marcador reflejaba todavía empate a 50 y no se habían ajustado bien los tres segundos en el cronómetro.

Ante la incredulidad americana, los árbitros mandaban despejar la pista y hacían repetir el saque. Aún hoy, los estadounidenses alegan que Jones no tenía autoridad para hacer lo que hizo.

Lo que ocurriría en esos tres segundos es ya historia viva de los Juegos Olímpicos. Alexander Belov anotaba una canasta milagrosa y arrancaba la medalla de oro de las manos de unos atónitos jugadores americanos.

Pese a la apelación por parte de los Estados Unidos, el resultado no se movería y la URSS sería proclamada campeona olímpica, pero en la mente de todos los americanos quedarán grabados por siempre los tres segundos de Múnich 1972.

 

 

 

 

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